viernes, 23 de septiembre de 2011

Pirineos - Torla 2010

Un nuevo episodio grotesco tuvo lugar en Marzo 2010, esta vez fue en los Pirineos.
Todo estaba preparado para nuestra primera raquetada sobre la nieve (el contacto más parecido que hasta entonces tenía yo con una raqueta era cuando en la empresa nos regalaron un jamón), claro, que 3 días en los pirineos deberían dar para más que una raquetada.

Salimos prestos pues hasta la localidad de Torla como siempre animados por la dicharachera conversación que nos puede dar Melisa a las 5,00 de la mañana montada en el asiento trasero de un coche, tras la parada de rigor y el pincho de tortilla mañanero llegamos a nuestro destino a medio día, el homenaje que nos dimos a base de tortillas y derivados del cerdo fue el que viene siendo ya tradicional.




Como ese día tampoco teníamos gran cosa que hacer se me ocurrió volver a coger el coche (ya que no habíamos tenidos suficiente) y acercarnos a Tella (un pueblo que está a 1.400 mts de altura) y hacer una rutita de no más de 1h. que bordea el pueblo pasando por una serie de ermitas construidas para ahuyentar a las brujas, la verdad es que funciona muy bien porque no vimos ni una, pero ni rastro, eso si, el paseo es bonito.

No era muy tarde aún y aprovechamos a acercarnos a Aínsa, un pueblo muy chulo, asi que nada, a ver la iglesia, paseo por las calles y cañita.
Al regresar a Torla ya paramos y alquilamos las raquetas que al día siguiente darían tanto juego.


Ruta de las ermitas de Tella



Ainsa

La ruta era facilita, la cola de caballo, como estábamos en marzo y las avalanchas y el calentamiento de la tierra se llevan tan bien decidimos no arriesgar demasiado y no ir por la faja de los cazadores, además, es muy posible que se encontrara cerrada.

Al comienzo de la ruta la nieve estaba muy pisada y dura, por lo que las raquetas iban perfectamente colgadas en nuestras mochilas y sin prisa por ponerlas. Tan alegremente y lozanos marchábamos cuando se produjo la primera de las situaciones grotescas que vivimos ese día, o Dios estaba jugando a los bolos en ese momento o escuchamos un alud que nos puso los pelos como escarpias (me inclino por lo segundo).
En ese momento la situación fue la siguiente, Dani echa a correr como alma que lleva el diablo siguiendo la ruta, Melisa por el contrario corre hacia atrás y Boni se queda en el centro dando vueltas sobre si mismo, tantas vueltas dio que no pudo más y se resbaló sobre el suelo.



Recompuestos ya del susto, marchamos alegremente por el bosque de hayas riéndonos de la situación vivida anteriormente haciendo fotos a cada caída de hielo, nieve, etc,.. hasta que llegamos a las Gradas de Soaso, allí la altura de la nieve comenzaba a ser ya importante y llegó el momento de ponernos las raquetas, la verdad es que tampoco tiene nada, simplemente que tienes que andar como “escocido” si no quieres pisarte las raquetas una y otra vez.


Todavía aguantaba el hielo

Gradas de Soaso

Momento raquetas

Por fin llegamos a Cola de Caballo, ¡que bonito todo!, ¡que bien “pensao”!, con su caída de agua, su nieve tapando la salida del riachuelo, todo muy bucólico, a todo esto debíamos de ser las primeras personas que llegaron hasta allí porque no había ni huellas, solo unas pocas de un grupo que venía de Goriz.


En Cola de Caballo

Todo marchaba estupendamente hasta que dijimos, venga, vamos a subir a las clavijas por esa ladera de nieve superempinada y para la que no tenemos nada para progresar.
La pendiente se inclinó de tal manera que era imposible avanzar con las raquetas puestas, Melisa ya lo había dado por imposible “total, subir para volver a bajar…”, yo me quedé con ella (y con ganas de subir) pero el resto de intrépidos miembros terminaron llegando a las dichosas clavijas, y fue ahí donde se produjo la segunda situación grotesca del día.
Al bajar de las mismas sin raquetas Boni se hundió en la nieve cual negrito del África se hundía en las arenas movedizas de las películas de Tarzán.
¡Qué situación!, ¿cómo le sacamos de aquí?, ¿y si le dejamos hasta que comience el deshielo?, otra opción sería orinar alrededor suyo para deshacer la nieve pero no habíamos traído ni una mahou.


Subiendo a las clavijas


A punto de perderlo para siempre


Menos mal que al final pudo salir por sus propios medios, pero hubo un momento en el que temimos perderle para siempre y encima creo que tenía él las llaves del apartamento.

Una vez pasado el susto el regreso fue más tranquilo (quitando un par de zarpazos míos al meter el pie, raqueta y pantorrilla en el frágil hielo), parando y bajando en todas y cada una de las cascada que hay a lo largo del río.

Al llegar al coche foto de rigor y corriendo a un bar que descubrimos en el cual nos pedimos una fuente llena de derivados del cerdo con unas mahous que nos supieron a gloria bendita, a las dos horas volvimos de nuevo a cenar.




Tras acostar a horas intempestivas al finalizaruna película con un final bastante curioso nos levantamos la mañana siguiente con ganas de disfrutar de nuevo de la nieve y la montaña.

¿Hacia donde?, pues nada hacia el valle de Bujaruelo y ya veremos hacia donde tiramos, al principio bien, el primer hito era llegar al refugio, y aunque en un principio pensamos en llegar por la margen derecha del río, el hielo en las piedras nos hizo desistir pues era fácil que nos viéramos de nuevo en una situación grotesca.

Puente de Bujaruelo (camino al puerto)


En el refugio


Pero es algo de lo que no pudimos huir, ¿para que vamos a alquilar raquetas?, pues eso, pasando ya el puente la situación se hizo insostenible, con las piernas hundidas completamente en la nieve parecíamos los hobbits de la comunidad del anillo, no medíamos más de 1,20 y claro, eso cansa, así que nos tuvimos que dar la vuelta y no nos quedó más remedio que tomarnos unas cervecitas en el refugio, eso si, que a gustito se está tomando birra rodeado de absolutamente nadie y viendo las montañas nevadas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Pon un comentario si te apetece antes de que el gobierno comience a cobrarles.