lunes, 26 de septiembre de 2011

Horcados Rojos (junio 2010)

Llevábamos ya bastante tiempo dando la paliza a la gente para que nos acompañara en una de nuestras salidas grotescas, pero bien por problemas de agenda, la crisis mundial, el calentamiento de la tierra o la globalización de los mercados no había podido ser, fue entonces cuando embaucados por los cantos de sirena de mi excelsa prosa, o por que prometimos salir por la noche de fiesta convencimos a los neófitos con la excusa de hacer algo “suavecito” pues Jose ya había tenido sus más y sus menos cuando fuimos a hacer la ruta del cares, claro, la gente mayor es lo que tiene, eso e ir con zapatillas desabrochadas durante 24 km.

Total, que la ruta elegida fue el collado de Horcados Rojos, una excusa como otra cualquiera para volver a Potes y ponernos como “el tenazas” a base de quesos y orujos.

Salimos un viernes por la tarde con la desgracia a última hora de tener la baja del Sr. Bonilla, así que Meli, Vero y yo, al igual que un comando de zapadores, llegamos los primeros a la localidad cántabra y nos pusimos a quitar chapas de los botellines de cerveza esperando a que viniera el resto con los víveres de la cena. Y fue precisamente este el punto más grotesco de esta salida.

Todos esperábamos a Dani y sus víveres cual hindú espera al monzón, tortillas, empanadas, embutidos y demás delicatessen ibéricas, cuando por fin llegó nuestras caras no pasaron de ser un poema, pero de Allan Poe, no había traído nada, la logística había fallado, había fracasado como el laser disc o Remedios Amaya.
Juntamos pues los trocitos de queso que habíamos comprado anteriormente como aperitivo, las viandas celosamente guardadas para el día siguiente y… horror, las cervezas estaban calientes, ¿qué más nos podía pasar?, total, que acabamos comiendo tapitas de queso y cerveza enfrescada con hielo.

Pantagruélica cena para 8

Tras el ayuno del día anterior nos levantamos con ánimos recuperados y con la ilusión de ir a la montaña, el día estaba gris y las nubes cargaditas ya en Potes así que imaginábamos la situación en la estación del cable… efectivamente aunque había muy buena temperatura las nubes no dejaban ver el valle lebaniego, ni los picos de la zona.


En la estación superior de el cable.

Como no había nada que perder y meternos en un bar a esas horas podría haber sido nuestro fin, nos pusimos en marcha siguiendo la huella que los montañeros de verdad ya habían dejado a primera hora de la mañana, así que sin problema, además, como uno ya había estado por la zona en una o cuatro ocasiones pues más o menos avanzábamos con relativa seguridad,…y digo bien relativa porque al poco de cruzar el desvío a Áliva nos encontramos con una pareja que se había dado la vuelta debido al mal tiempo.
Nosotros decidimos seguir, total, ¿qué nos podía pasar?, ¿perdernos?, ¿tener congelaciones y padecer de amputaciones de dedos?, tampoco creo que yo que fuera para tanto, además, como seguía habiendo buena huella continuamos hacia el siguiente hito donde nos teníamos que reagrupar todos, justo antes de llegar a la vueltona.


Las nubes... ahí estaban


Camino de la vueltona


Llegando a la vueltona


El día poco a poco parecía que quería abrirse, hasta la vueltona habíamos compartido ruta con una pareja que iba a Peña Vieja, buf!.... con lo blanda que se estaba poniendo la nieve y lo cargadita que estaba la ladera esperemos que no tengan problemas, la cosa es que ya nos quedamos solos en ruta.
La huella que seguíamos casi había desaparecido y como yo me sabía el camino pues nada, comencé a abrir un poquito para que me siguieran mis acólitos, ¡joder!, la nieve estaba más blanda a cada minuto que pasaba y me constaba un horror avanzar, pero claro, en esos momento uno se calla la boca para quedar como un machote, ahora ya lo puedo decir a gusto.

Un poquito de agua y mirando al cielo


Las nubes comenzaban a abrirse

Apenas se veía nada pero de repente y como si de una aparición se tratara las nubes se fueron abriendo y cuando me di cuenta teníamos a unos 500 mts. el refugio de Cabaña Verónica, nos desviamos a la derecha, hacia el collado y las vistas que vimos eran increíbles, la impresionante imagen del Urriellu frente a nosotros emergiendo de entre las nubes era espectacular, si hubieran aguantado un poquito más la foto habría sido una gozada.


Aquí estoy yo, haciendo el Calleja, ...¡no se si lo vamos a conseguir!...¡esto es peligrosísimo!


El Urriellu aparecía de entre las nubes

Foto de cumbre, o en este caso de collado

Así que allí estábamos en el collado de Horcados Rojos, Jose, Lucía, Vero, Merce, Dani, Almudena, Meli y un servidor.

Con un mono más grande que King Kong, comencé la subida a la torre de Horcados con el ánimo de que mis compinches siguieran mis pasos, y vaya si lo logré, y aunque me quedé con ganas de tirar también hacia el Tesorero me tuve que conformar con lo que ya tenía.
En un “tris” llegamos a la cima, más por despecho que por necesidad Meli y yo pasamos por la pequeña cornisa que da acceso a la cima de la torre, el resto nos siguió tras una pequeña destrepada, fotos de grupo y abajo.


Esta si que es foto de cumbre (Torre de Horcados Rojos)

Pico Tesorero (espero que a la tercera vaya la vencida, si no esta primavera me voy solo)


Una vez reunidos con los que se quedaron en el collado descansando y después gastar un par de tarjetas en fotos, nos acercamos a Cabaña Verónica para comer algo. Aunque para nada es peligroso, si que podría llegar a serlo pues la nieve estaba muy blanda y había una buena capa, lo que hacía que todos los hoyos que hay junto al refugio se encontraran tapados por el espeso manto blanco.


Y ahora....¿donde vamos?


Unas poses para la cámara


Comiendo en Cabaña Verónica

La temperatura iba subiendo por momentos, y decidimos regresar… aprovechando cada bajada para hacer culo-ski llegamos a la estación del cable, no sin antes asomarnos a la zona de Áliva, ya que antes apenas podíamos vernos los unos a los otros (en realidad tampoco era para tanto pero si en desafío extremo le dan ese carácter apocalíptico…).

Total, que como nos habíamos ganado las cañas, hicimos honor a nuestro premio con un brindis en la cafetería del cable, inaugurando así lo que se ha denominado ya como las “Jornadas alpinogastronómicas de montaña y vianda pa’ tos”, una sana costumbre anual y abierta a todo aquel que se quiera apuntar.

La sagrada caña del después.


Posteriormente y para hacer honor a nuestra actividad gastroalpina, ya en Potes degustamos orgullosos una tablita de quesos y como no, unas botellas de sidra… y unas cervezas… el detalle del resto de la noche ya formaría parte de otro blog, además, tengo ciertos problemas en recordarlo.

PD.- Se me olvidaba, muchas gracias a Lucía y a Dani por las fotos, la verdad es que ese día no tenía yo ganas de andar con la cámara colgandera, os mereceis un buen % de la publicación.

domingo, 25 de septiembre de 2011

Vega de Urriellu (junio 2007)

Hace ya tiempo, allá en 2007 otra excursión nos llevó a la base del Urriellu o Naranjo de Bulnes, yo prefiero llamarle Urriellu que queda como más autóctono.

Por aquel entonces solo Meli, Boni y el que suscribe formaban parte de la selecta élite de la montaña que ahora hemos llegado a ser, así que un viernes de junio salimos de trabajar, agarramos el coche y salimos dirección a Arenas de Cabrales.

Por el camino, aparte de disfrutar del paisaje también disfrutábamos con los yantares que nos esperaban en la zona norte de Picos, cabrito al cabrales, patatas al cabrales, solomillo al cabrales, cabrales al cabrales… lo normal, y doy fé de que al llegar a Arenas, tras montar la tienda y tomar la tradicional cervezaza, esta vez aderezada con un surtido de quesos, acabamos cenando cabrito al cabrales precedido de unas setas, como no, también regadas con la salsa del derivado lácteo del lugar.



Al día siguiente nos levantamos, recogimos la tienda y nos pusimos rumbo a los invernales del texu, de ahí sale una pista que, aunque no está asfaltada, si que es apta para cualquier vehículo, merece además la pena seguir un poco más con el coche porque la pista en muy aburrida para hacerla andando y a parte te ahorras un desnivel considerable, en unos minutos llegas a un pequeño collado donde se encuentran todos los que vamos hasta la vega de Urriellu, desde allí 800 mts. nos separan del destino.

Sin dificultad seguimos el camino que lleva hasta unas casas situadas en la Majada de la Tenerosa, donde se encuentra una fuente, ya la última antes de llegar al refugio, y continuamos por la sombra teniendo siempre por faro es mole que es el Naranjo



Llegando ya al Collado Vallejo el paisaje gana en espectacularidad, Bulnes se ve ahí abajo y piensas en las condiciones de vida de sus habitantes hace años, antes del funicular.

Siguiendo el camino llegamos ya a las últimas rampas y a lo más duro de la subida, las típicas Zetas nos hacen salvar el último y mayor desnivel antes de llegar a los 2000 mts. Ahora ya solo se ven rocas, y si levantas la vista las mayores alturas de Picos destacando Torrecerredo.





Por fin en la Vega, nos dimos a la barra libre de los típicos chocolates, bebidas isotónicas y unos 2 o 3 litros de agua cada uno, aprovechamos para sacar el mapa y orientarlo al norte, hacia la sierra de cuera, para identificar las montañas que circunvalan esa mole que es el Urriellu, también para quedarnos embobados viendo a los escaladores subiendo por una pared vertical de 500 mts. y acordarnos de las historias de Pérez de Tudela.






Una vez llenamos las cantimploras de nuevo, vuelta a casa por donde habíamos venido, gozando con la vista que a la ida habíamos dado la espalda y acompañados por procesiones de los habitantes de Picos.




Al llegar abajo como no, la típica cervecita antes de coger el coche y vuelta a la meseta.





viernes, 23 de septiembre de 2011

Pirineos - Torla 2010

Un nuevo episodio grotesco tuvo lugar en Marzo 2010, esta vez fue en los Pirineos.
Todo estaba preparado para nuestra primera raquetada sobre la nieve (el contacto más parecido que hasta entonces tenía yo con una raqueta era cuando en la empresa nos regalaron un jamón), claro, que 3 días en los pirineos deberían dar para más que una raquetada.

Salimos prestos pues hasta la localidad de Torla como siempre animados por la dicharachera conversación que nos puede dar Melisa a las 5,00 de la mañana montada en el asiento trasero de un coche, tras la parada de rigor y el pincho de tortilla mañanero llegamos a nuestro destino a medio día, el homenaje que nos dimos a base de tortillas y derivados del cerdo fue el que viene siendo ya tradicional.




Como ese día tampoco teníamos gran cosa que hacer se me ocurrió volver a coger el coche (ya que no habíamos tenidos suficiente) y acercarnos a Tella (un pueblo que está a 1.400 mts de altura) y hacer una rutita de no más de 1h. que bordea el pueblo pasando por una serie de ermitas construidas para ahuyentar a las brujas, la verdad es que funciona muy bien porque no vimos ni una, pero ni rastro, eso si, el paseo es bonito.

No era muy tarde aún y aprovechamos a acercarnos a Aínsa, un pueblo muy chulo, asi que nada, a ver la iglesia, paseo por las calles y cañita.
Al regresar a Torla ya paramos y alquilamos las raquetas que al día siguiente darían tanto juego.


Ruta de las ermitas de Tella



Ainsa

La ruta era facilita, la cola de caballo, como estábamos en marzo y las avalanchas y el calentamiento de la tierra se llevan tan bien decidimos no arriesgar demasiado y no ir por la faja de los cazadores, además, es muy posible que se encontrara cerrada.

Al comienzo de la ruta la nieve estaba muy pisada y dura, por lo que las raquetas iban perfectamente colgadas en nuestras mochilas y sin prisa por ponerlas. Tan alegremente y lozanos marchábamos cuando se produjo la primera de las situaciones grotescas que vivimos ese día, o Dios estaba jugando a los bolos en ese momento o escuchamos un alud que nos puso los pelos como escarpias (me inclino por lo segundo).
En ese momento la situación fue la siguiente, Dani echa a correr como alma que lleva el diablo siguiendo la ruta, Melisa por el contrario corre hacia atrás y Boni se queda en el centro dando vueltas sobre si mismo, tantas vueltas dio que no pudo más y se resbaló sobre el suelo.



Recompuestos ya del susto, marchamos alegremente por el bosque de hayas riéndonos de la situación vivida anteriormente haciendo fotos a cada caída de hielo, nieve, etc,.. hasta que llegamos a las Gradas de Soaso, allí la altura de la nieve comenzaba a ser ya importante y llegó el momento de ponernos las raquetas, la verdad es que tampoco tiene nada, simplemente que tienes que andar como “escocido” si no quieres pisarte las raquetas una y otra vez.


Todavía aguantaba el hielo

Gradas de Soaso

Momento raquetas

Por fin llegamos a Cola de Caballo, ¡que bonito todo!, ¡que bien “pensao”!, con su caída de agua, su nieve tapando la salida del riachuelo, todo muy bucólico, a todo esto debíamos de ser las primeras personas que llegaron hasta allí porque no había ni huellas, solo unas pocas de un grupo que venía de Goriz.


En Cola de Caballo

Todo marchaba estupendamente hasta que dijimos, venga, vamos a subir a las clavijas por esa ladera de nieve superempinada y para la que no tenemos nada para progresar.
La pendiente se inclinó de tal manera que era imposible avanzar con las raquetas puestas, Melisa ya lo había dado por imposible “total, subir para volver a bajar…”, yo me quedé con ella (y con ganas de subir) pero el resto de intrépidos miembros terminaron llegando a las dichosas clavijas, y fue ahí donde se produjo la segunda situación grotesca del día.
Al bajar de las mismas sin raquetas Boni se hundió en la nieve cual negrito del África se hundía en las arenas movedizas de las películas de Tarzán.
¡Qué situación!, ¿cómo le sacamos de aquí?, ¿y si le dejamos hasta que comience el deshielo?, otra opción sería orinar alrededor suyo para deshacer la nieve pero no habíamos traído ni una mahou.


Subiendo a las clavijas


A punto de perderlo para siempre


Menos mal que al final pudo salir por sus propios medios, pero hubo un momento en el que temimos perderle para siempre y encima creo que tenía él las llaves del apartamento.

Una vez pasado el susto el regreso fue más tranquilo (quitando un par de zarpazos míos al meter el pie, raqueta y pantorrilla en el frágil hielo), parando y bajando en todas y cada una de las cascada que hay a lo largo del río.

Al llegar al coche foto de rigor y corriendo a un bar que descubrimos en el cual nos pedimos una fuente llena de derivados del cerdo con unas mahous que nos supieron a gloria bendita, a las dos horas volvimos de nuevo a cenar.




Tras acostar a horas intempestivas al finalizaruna película con un final bastante curioso nos levantamos la mañana siguiente con ganas de disfrutar de nuevo de la nieve y la montaña.

¿Hacia donde?, pues nada hacia el valle de Bujaruelo y ya veremos hacia donde tiramos, al principio bien, el primer hito era llegar al refugio, y aunque en un principio pensamos en llegar por la margen derecha del río, el hielo en las piedras nos hizo desistir pues era fácil que nos viéramos de nuevo en una situación grotesca.

Puente de Bujaruelo (camino al puerto)


En el refugio


Pero es algo de lo que no pudimos huir, ¿para que vamos a alquilar raquetas?, pues eso, pasando ya el puente la situación se hizo insostenible, con las piernas hundidas completamente en la nieve parecíamos los hobbits de la comunidad del anillo, no medíamos más de 1,20 y claro, eso cansa, así que nos tuvimos que dar la vuelta y no nos quedó más remedio que tomarnos unas cervecitas en el refugio, eso si, que a gustito se está tomando birra rodeado de absolutamente nadie y viendo las montañas nevadas.

jueves, 22 de septiembre de 2011

Picos junio 2009 (II)

Como el día anterior habíamos estado en Ordiales no teníamos muy claro si nuestros cuerpos estarían preparados para otra caminata, hasta la noche anterior no habíamos decidido donde ir, y puede que fueran los cántaros de cerveza los que nos terminaran por animar a acercarnos a Vega Huerta, supongo que también animados por compartir la ruta de aproximación que hizo el tío Calleja para subir a Torre Santa.

Total, que tras otra noche durmiendo entre motores de Barreiros en unas fabulosas literas de 50 cm. nos acercamos a Soto de Valdeón, dejamos el coche, nos calzamos las botas y ale, a darle a los pies. Aunque todavía era pronto la chicharra tenía toda la pinta de darnos un buen meneo ese día así que al poco tiempo ya estábamos parados quitándonos el pantalón largo y la chaquetilla.


Seguimos andando por la pista a nuestro estilo, es decir, Boni y Dani delante diciendo sandeces, yo intercalado y Meli detrás arrastrando las paticas cual cervatillo recién nacido y dando con ello tiempo a los demás a pararnos a descansar de vez en cuando, ¡que marcha lleva esta chica!.

Tras un interminable ascenso por la pista por fin llegamos a la Vega de Llos, un lugar idílico para descansar, tumbarse en la hierba y disfrutar acompañado del ganado vacuno y los regalos que nos dejan por los prados, claro, en esos sitios a ver quién las dice nada.




En fin, que aprovechamos para comer algo, beber, descansar un poquito y acometer lo más duro de la excursión, subir por la canal del perro, no sin antes pararnos en el Collado Jover, a hacer unas fotos de lo más chulo.




Por la canal del perro la verdad es que parecíamos eso, un san bernardo, un lebrel, un foxterrier y por último un yorkshire, cada uno que se ponga su nombre donde crea conveniente.






Las últimas rampas de la canal del perro se hacen duras, pero nada que no se pueda hacer con un poco de paciencia, el último arreón y casi sin darnos cuenta estábamos ya en el collado del burro, desde allí las vista de Torre Santa son impresionantes, el caos de rocas y de jous que hay hasta llegar a la pared de la santa parecen de otro planeta, y es que la caliza tiene estas cosas.




Desgraciadamente se hacía tarde y Dani tiene que irse hasta Madrid, bueno, los demás tampoco íbamos muy sobrados de fuerza, y hasta vega huerta aún nos quedaba un buen trecho, así que decidimos darnos la vuelta.





Con cuidado para no resbalarnos en los neveros de la canal del perro llegamos de nuevo al collado jover donde paramos a comer.
La pista hasta Soto se hace interminable, a veces creo que hay alguien que aleja el pueblo cuando vuelves.